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Identidad

Marlene Dietrich: la actriz bisexual que se convirtió en sex symbol

Marlene Dietrich, antifascista y de origen alemán, fue una diosa de la pantalla que sigue cautivando al público 25 años después de su muerte.
Foto vía Mauricio Navarrete Contreras Flickr

Si se supone que los nombres reflejan la auténtica esencia de las personas, puede que te agrade saber que Marlene Dietrich nació con el nombre de Maria Magdalene Dietrich. Quizá sea una comparación demasiado obvia ―aunque Dietrich no era religiosa― para esta diosa alemana de la pantalla que fue una sex symbol a la vez angelical y erótica, con una agenda abiertamente antifascista que dejó atónita a gran parte de su público nativo alemán durante el Tercer Reich. Pero el hecho de que nadara contracorriente ha hecho que Dietrich sea una figura eternamente celebrada, tanto dentro como fuera de la pantalla (y no es necesario que entre en juego la política para apreciar lo que aquella mujer fue capaz de hacer en todos los ámbitos).

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Dietrich forjó su carrera como actriz sobre todo en el teatro hasta el final de la veintena, cuando fue descubierta por el director Josef von Sternberg —su mentor, amante y "creador"— iniciando una colaboración creativa que duraría siete largometrajes. También colaboró con Alfred Hitchcok y Orson Welles, en otros. Este mes también es el 25º aniversario de su muerte, a los 90 años de edad. Así que es un momento tan bueno como cualquier otro para descubrir, redescubrir y celebrar a la única e incomparable Marlene Dietrich.

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Fue mientras veía el documental de 1984 Marlene cuando me di cuenta de que escribir sobre Drietrich no iba a ser fácil. Efectivamente, era una mujer complicada y contradictoria, lo descubrí cuando vi por primera vez La Venus rubia (1932) de Sternberg. En su primera escena, Dietrich lanza una mirada que es a la vez de flirteo y de repulsa mientras dice a un grupo de hombres, primero en alemán y después en inglés: "Por favor, ¿os podéis largar?". Acaba con el mismo hombre que acaba de espantar y más tarde se va con el atractivo Cary Grant. Hacia el final de la película se queda sin dinero y sin hogar, pero estoy convencida de que ninguna mujer tuvo jamás un aspecto tan glamuroso como esa Dietrich arruinada y sintecho, cubierta de pieles y chales. En todos y cada uno de sus filmes ―incluso cuando se muestra ligeramente menos refinada (El ángel azul, 1930) o ligeramente más mayor (Sed de mal, 1958)―, la presencia de Dietrich es una auténtica maravilla. Pareciera que sus pómulos fueron esculpidos para la iluminación cinematográfica, sus cejas ―que se fueron espesando a lo largo de su carrera― siempre tan expresivas, sus labios con un gesto ligero y curioso y sus impresionantes ojos, que seducían de pies a cabeza a cualquiera que los mirara. Sí, tenía todo aquello desde que nació, pero también fue elevada al estatus de icono por cineastas de la altura de von Sternberg, que alimentó y fomentó su misticismo y su atractivo.

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A pesar de una prolífica carrera como actriz que con frecuencia tuvo que recorrer enfrentándose a su rival Greta Garbo, Dietrich se convirtió en una persona muy recluida en sus últimos años y se negó a que la filmaran en el documental antes citado. Lo que en cualquier otro caso se habría considerado un hándicap para la filmación de una película se presenta aquí como la voz en off de Dietrich, despiadadamente reveladora y contradictoria, hablando por encima escenas de sus filmes y otras partes del documental.

En ocasiones da la sensación de estar viendo una película con un narrador del que no te puedes fiar. Comenta desde su vida profesional hasta su vida privada, desde sus audiciones hasta su relación con Ernest Hemingway, de la que afirma que no tenía "nada de erótico o sexual". De hecho, a pesar de que un sinfín de biografías recogen sus numerosos amoríos (tanto con hombres como con mujeres) y la relación abierta que mantenía con su marido Rudolf Sieber (con quien se casó en 1923), Dietrich dice, "¡No eran para nada relaciones eróticas!". Resulta difícil creer que Dietrich carecía de sexualidad viendo cualquiera de sus películas, especialmente Marruecos (1930) de von Sternberg, en la que lleva un esmoquin y un sombrero de copa y besa a una mujer en los labios. Fue un movimiento sin precedentes para aquella época, pero esa escena en particular se clasifica como uno de los momentos clave que la convirtieron en una sex symbol esquiva y andrógina y en la reina de los trajes de chaqueta. También le valió una nominación al Oscar a la Mejor Actriz.

Pero en Marlene no faltan los detalles jugosos. Aunque no tiene nada que decir sobre Hitchcock, dice que Fritz Lang era "un absoluto terror" y afirma que von Sternberg "siempre estaba haciéndole la vida imposible de forma deliberada", aunque da un giro y habla de forma positiva sobre este último, diciendo que le obligó a pensar en lugar de limitarse a hacer lo que le ordenaban. En determinado momento, Dietrich miente al director Schell diciendo que fue hija única, pero es muy fácil comprobar la verdad y descubrir que tenía una hermana. En cierto momento de la cinta afirma rotundamente, "Soy una persona práctica, una persona lógica… No tengo tiempo para soñar". Aun así, escribía poesía y conjuraba las más salvajes fantasías con su presencia en la pantalla. Y Billy Wilder dijo en cierta ocasión que Dietrich poseía un "alma incurablemente romántica", llegando a decir incluso que poseía la "inmadurez romántica de una muchacha de 16 años".

Marlene Dietrich actuando frente a los soldados de primera línea del Tercer Ejército, 1944. The Lorraine Campaign vía Wikimedia Commons

Pero quizá a quien más escandalizó fue a los alemanes, que no sabían qué opinar sobre Dietrich. La adoraban y a la vez la odiaban. La deseaban pero no podían tenerla. Se sentían traicionados por la actriz, que frustró los avances profesionales de Hitler y huyó de su país natal a Hollywood, donde solicitó la nacionalidad norteamericana. Nacida en Berlín, Alemania, en 1901, Dietrich vivió ambas Guerras Mundiales, pero su agenda política entró en juego durante la segunda. Apoyó a las tropas estadounidenses y se convirtió en una de las primeras celebridades en financiar bonos de guerra. Y utilizó su arte para el bien, cosa que se puede comprobar, por extraño que suene, en la web de la CIA. Pero ella retrata su lealtad de una forma elegantemente visible, casi displicente: "Naturalmente que estábamos en contra de los nazis, por supuesto que sí", afirma en Marlene. "¿Se necesita una dosis tan enorme de valentía para decidir de qué lado estás? No". Llevó una vida paralela a la actriz también alemana Leni Riefenstahl, aunque básicamente existieron en mundos completamente opuestos (Riefenstahl era una de las actrices favoritas del régimen nazi). Dietrich, que se negó a apoyar al Partido Nazi, fue declarada "completamente no alemana".

Una de las últimas cosas que dice Dietrich en Marlene es, "Nunca, nunca me tomé mi carrera en serio". Atribuye su estrellato a no estar interesada en absoluto y afirma que fue esa cualidad la que hizo que Josef von Sternberg se interesara en ella. Pero aunque encarna este personaje evasivo en muchas películas, resulta difícil creer que no le importara en realidad. Dietrich es una mujer que transformaba y se dejaba transformar de forma explícita en nombre del arte: una cualidad tan difícil de encontrar y sí, tan seria, que sigue cautivando al público casi 100 años después.