Coronavirus

Señor, suélteme el brazo: dejad de intelectualizar la cuarentena

Slavoj Zizek y otros filósofos no han perdido la oportunidad de dar su opinión sobre la pandemia.
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Todas las imágenes vía Wikimedia Commons. Collage por VICE

Doce días. Han pasado doce días desde que se decretó el estado de alarma en España y ya tengo en mi bandeja de entrada una nota de prensa de un libro sobre el coronavirus.

Se titula Manual para sobrellevar la pandemia en casa con niños y adolescentes y en él “han participado 19 autores, de las ramas de la educación, psicología, coaching, etc”, explican en la nota, junto con los típicos datos de presentación: adjetivos atractivos, comparaciones ridículas, precio y enlace para la compra. Lo único que se echa en falta son los elogios desmesurados de periodistas y escritores diciendo que la lectura les ha cambiado su forma de mirar el mundo: una cosa es escribir un libro en doce días y otra exigirle prisas a un crítico para que se lo lea y haga un reseña.

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Al comentar el correo con una amiga, nos burlabamos de la previsible avalancha de libros escritos por hombres en los que se abordará la cuarentena con autocompasión mal disimulada, aforismos grandilocuentes y citas descontextualizadas de Oscar Wilde, siempre recordándonos el valor inigualable de los pequeños placeres de la vida: un ballantine’s con los colegas, el olor a lavanda en primavera, el roce con el hombro desnudo de una desconocida. La verdad es que esperábamos que lo cursi y lo obvio aplastaran las ambiciones eruditas de los opinólogos, y en realidad todavía lo seguimos esperando: queremos ver los lagrimones por haber tenido que aguantar a los niños –”¿en serio teníamos tres criaturas y no dos?”–, que llegarán, y serán torrenciales.

Pero por primera vez los filósofos se han adelantado a los hedonistas de salón, capitaneando el buque del mal gusto con una eficiencia inédita: Slavoj Zizek ya ha publicado un ensayo sobre el coronavirus, y esta vez el chiste se hace solo. Se titula Pandemic!, tiene unas 120 páginas y es casi el mismo libro de siempre, con referencias recicladas o reiteradas -es difícil distinguirlo entre la abundancia de ediciones y reediciones del filósofo esloveno-, que viene a reafirmar lo que ya había avanzado en los artículos de prensa: que el coronavirus demuestra que solo el comunismo nos salvará de la barbarie.

"Por primera vez los filósofos se han adelantado a los hedonistas de salón, capitaneando el buque del mal gusto"

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Lo del filósofo esloveno, sin embargo, tampoco ha sido una sorpresa, quizá solo por la enorme precipitación con la que ha publicado. Porque cómo iba a dejar pasar la oportunidad de soltar su opinión y derramar su afilado ingenio, ¿verdad, Zizek? ¿Por qué ibas a esperar a tener una información suficiente sobre las consecuencias de la crisis del covid-19 en su paso por los diferentes países? ¿Para qué permitirte una distancia reflexiva, una perspectiva general y equilibrada, si podías decidir sacar ya –osea ayer– “el nuevo libro de Zizek sobre el coronavirus”?

De momento el esloveno es el único intelectual con libro anunciado, pero ya hay otros señores -siempre señores- compitiendo por el título de pensador precoz desde sus tribunas públicas. Uno de los casos más preocupantes ha sido el del filósofo italiano Giorgio Agamben, quien publicó una breve columna titulada “La invención de una epidemia”, en la que no solo ponía en duda la gravedad del asunto, insistiendo en que se trata de “una gripe normal”, sino que además contrastaba la realidad de la crisis con las tesis descritas en sus libros, afirmando que el estado de excepción es el “paradigma normal de nuestro gobierno”. Dicho rápidamente: para el filósofo italiano la epidemia era poco más que una excusa de las sociedades capitalistas para exagerar sus naturales tendencias fascistas.

Por suerte, en este caso, fue otro filósofo, el francés Jean-Luc Nancy, quien decidió contestar al artículo de Agamben con un comentario envenenado, en el que recordaba a su “viejo amigo” que hace casi treinta años, cuando un médico le recomendó un trasplante de corazón, fue de los pocos que se opuso a los doctores, mostrando su gran desconfianza hacia el saber clínico. “Si hubiera seguido su consejo”, dice Nancy, “probablemente hubiera muerto tarde o temprano”. Y concluye, hablando ahora ya de las tesis del italiano sobre el coronavirus: “uno puede equivocarse. Giorgio sigue siendo un espíritu de finura y bondad que puede ser llamado –sin ironía– excepcional.”

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Por supuesto, uno puede equivocarse. Todos nos hemos precipitarnos en nuestras opiniones y seguiremos haciéndolo. Pero lo que no hemos hecho y ellos sí, es hacerlo desde su posición. Sentar cátedra con unos análisis express manufacturados en forma de libro o artículo en apenas unos días atenta contra todo lo que supuestamente representa el pensamiento crítico y la filosofía como disciplina. O eso decían.

"Byung-Chul Han se permite contradecir todo lo que él mismo había escrito y teorizado en sus libros durante los últimos veinte años"

Quizá el caso más exagerado es el de Byung-Chul Han, que también publicó un largo artículo –casi tanto como sus libros– analizando la crisis del coronavirus. Igual que Zizek, el pensador surcoreano es una estrella dentro del mundo de la filosofía: sus ensayos se venden como churros y sus ideas son citadas por doquier, como marca registrada de profundidad y sagacidad intelectual. Para quien no lo conozca, le bastará con saber que sus libros funcionan como pequeñas píldoras de anticapitalismo pop que, paradójicamente, se articulan en el mercado editorial como un bestseller: un libro para cada problema.

Pero el artículo que ha escrito sobre el coronavirus va un paso más allá, pues no solo se trata de una interpretación apresurada, con opiniones precocinadas sobre big data y sociedad de la vigilancia, sino que Byung-Chul Han se permite contradecir todo lo que él mismo había escrito y teorizado en sus libros durante los últimos veinte años. ¿Solo para salir con un artículo original? ¿Para llevar la contraria a Zizek y Agamben? ¿Con una reflexión que habrá escrito en menos de quince días? ¿Esto significa que podemos tirar a la basura todo lo que había dicho hasta ahora?

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Para hacernos una idea de la magnitud de la tragedia, basta con leer la gran conclusión a la que llega el filósofo, mayúsculas incluidas: “No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana. Somos NOSOTROS, PERSONAS dotadas de RAZÓN, quienes tenemos que repensar y restringir radicalmente el capitalismo destructivo”.

La frase de Byung-Chul Han parece una broma de las de señor no grite y, por favor, suelteme el brazo, pero no lo es. Igual que tampoco es una broma que Zizek ya haya publicado su primer libro sobre el coronavirus o que Giorgio Agamben se permita caricaturizar sus propias tesis para caer en conspiranoias sobre el covid-19.

Quizá no esperábamos que sus análisis filosóficos iluminaran el camino a seguir y nos ofreciesen la solución definitiva a la crisis del coronavirus, pero sí que nos ayudaran a pensar un poco mejor el fenómeno, a tomar la distancia crítica necesaria, a ganar mayor perspectiva. Es decir, que se callaran por el momento.

Y es que lo realmente preocupante no es tanto que las ideas de nuestros supuestos grandes intelectuales se parezcan a los mensajes apocalípticos que nos llegan por WhatsApp, sino que las aireen públicamente con la misma rapidez irreflexiva con la que nuestro cuñado le da al botón de reenviar mensaje.

@Berta_Gomez